ANGOLA: Pungo Andongo (Pedras Negras) – Kalandula – Kangandala – Malanje – Quibala – Gabela – Conda – Uke – Sumbe – Binga – Huambo – Lobito (21-29 de Novembro)

Al día siguiente nos despedimos de Salett agradeciéndole su hospitalidad y sus deliciosos desayunos aun calientes en nuestros estómagos. Nos aprovisionamos en el supermercado surafricano archiconocido e iniciamos camino hacia el interior del país. Nos lleva más de una hora para salir de la capital. Nuestro próximo destino: Malanje, capital de la provincia del mismo nombre. El paisaje se va volviendo cada vez más verde y emocionados, cruzamos kilómetros de bosques de baobabs, esos arboles centenarios que recuerdan a las patas de los elefantes.

La carretera está en buen estado, con un nuevo desvío a la izquierda, antes de llegar a Intombe. Es un atajo hasta  N´Dalatando, donde aprovechamos para almorzar: plato principal a unos 15 euros, que nos hace  preguntarnos, estamos en Africa?. A seguir nos hacen parar en un control policial, una agente uniformada nos pide directamente los papeles del coche y una “gasosa”, que es la palabra que se usa para una  propina económica. Así, por la cara. Les enseñamos todos los papeles, que hojea sin interés ya que solo está interesada en la “gasosa”. Dice que tiene sed e irónicamente le respondo que solo tenemos agua mineral, y con la técnica del “remolón”, acabamos con su paciencia y nos deja marchar.  Llegamos a Cacuso y nos desviamos hacia la derecha en dirección a Pungo Andongo para visitar  un  lugar conocido por Piedras Negras. Por una carretera sorprendentemente asfaltada con farolas alimentadas con energía solar que iluminan los pasos de cebra entre las aldeas, continuamos unos 40 kms hasta aparecer ante nosotros un imponente paisaje de rocas grises enormes. Parecen gigantes sobres la línea del horizonte. Se trata de tres grupos de formaciones rocosas, de varios kms simplemente espectaculares sobre un verde manto de sabana que parece terciopelo.

Una vez en Pungo Andongo, identificamos en nuestro GPS una zona de pic-nic, aislada, sin un alma, en medio de los gigantes grises de decenas de metros de alto. A pesar de cierto recelo por el aislamiento y de las zonas desminadas a nuestro alrededor decidimos acampar. Era tarde y el escenario se convirtió rápidamente en noche oscura de viento y frio, con dificultad para dormir.

Con la luz del nuevo día, el paisaje se vuelve ameno y vamos a visitar unas huellas de pies en las rocas. Dicen que son de la Reina Ginga, antigua reina  de Angola antes de la colonización. Aunque en realidad se tratan de huellas de la prehistoria, durante la formación geológica.

Volvemos a Cacuso  y allí  cogemos por una pista de tierra batida que traviesa la verde sabana angoleña unos 45 kms hasta Kalandula. Atravesamos  el rio Lucala por un puente  reconstruido de la guerra, aunque deja ver su estructura antigua.

En Kalandula vamos al mirador de las famosas cataratas, antiguamente llamadas de los Duques de Bragança, con una caída vertical de 105 metros. Simplemente maravillosas. A l otro lado, un antiguo hotel abandonado en medio de la montaña  y en sitio estratégico con vistas a la cascada, recuerda la época colonial olvidada en el tiempo, y la desidia actual por recuperar el edificio.

Almorzamos en la aldea y en la mesa de al lado un policía se levanta para saludarnos: Insiste en darnos su número de teléfono por si tenemos problemas y al final nos sorprende con su pedido de  “gasosa”. Usamos la técnica del remolón, y adiós muy buenas.

Continuamos viaje hasta Malanje. A la entrada de la ciudad un nuevo control policial nos para y sus dos agentes intentan “gasosa” por todos los medios, pidiendo todo tipo de papeles. Sus escusas para multarnos: el hecho de tener los cristales oscuros sin ser los originales. Pidieron extintor, les mostramos 2. Ahora los triángulos, después los chalecos reflectantes. Y  la escena parece un concurso. Y por último querían multarnos porque decían que era obligatorio llevar pegado en el salpicadero el nombre y dirección del propietario del vehículo…era de risa. Intentando uno de ellos tergiversar la conversación diciendo que Carlos había pedido la multa. Al final me piden mi opinión, ya que el coche está a mi nombre. Uso la técnica del remolón pelota: que si hemos venido a conocer esta tierra de buena gente y paisajes maravillosos, convenciéndoles que no había motivo contundente de multa. Acabamos con la paciencia de los policías, “invitándonos” cabreados a seguir nuestro viaje, sin haberles dado ni un Kwanza.

Vimos de pasada  Malanje y nos dirigimos hacia Kangandala, más al Sur con intención de visitar su Parque Natural con numerosos ejemplares de palanca negra gigante, herbívoro autóctono y símbolo del país. Un control más de policía saliendo victoriosos con el capote filosófico y llegamos a Kangandala.

No hay manera de encontrar un sitio para acampar y al día siguiente tratar de entrar en el parque. Parece que necesitamos un permiso de la Administración que a esta hora está cerrado.  Con la noche encima acabamos por acampar en una misión católica dirigida por tres hermanas  que muy amablemente nos dejan acampar en el recinto de la misión. Preparamos cenita internacional: bacalao portugués de Dona Margarida con garbanzos, vino dulce de Chipiona ,y cerveza Cuca angoleña…  y Amen.

Después de otra noche de frio, nos levantamos con el ruido de los trabajadores de la misión. Acaban de encontrar una serpiente a la que matan, mientras algunos niños de la escuela entran en el recinto para comer los mangos caídos. Nos despedimos de la hermanas, dejando un donativo que difícilmente acaban por aceptar.

Damos un salto a la Administracion  de  Kangandala, y nos informan que para poder entrar en la Reserva  para ver la palanca negra, es preciso pedir una autorización en el gobierno provincial de Malanje a 30 kms atrás. Así que decidimos volver a Malanje , donde  en la delegación de medio ambiente nos dicen que el Reserva está temporalmente cerrada al turismo hasta dentro de año y medio. Y que en esa altura tendremos que pedir autorización por escrito con antecedencia al gobernador de la provincia. Se ve que este país no está preparado aún para el turismo. La palanca negra tendrá que esperar…

Nos volvemos nuevamente por, desviándonos por Pungo Andongo y después Mussende  y Andalo. El paisaje se llena de baobabs y campos muy verdes. Están acabando de asfaltar la carretera hasta Dondo y los últimos 70 kms son de pista dura.

En Dondo giramos a la izquierda y entramos en la general que atraviesa el país de Norte  a Sur, ya asfaltada. Cruzamos el rio Kwanza, que da nombre a la moneda del país, con rápidos fantásticos del lado izquierdo.

Vamos ascendiendo lentamente  el altiplano de Angola a unos 1300 metros de altitud. Por la hora tenemos que hacer noche en una localidad llamada Quibala, en medio de un paisaje verde de montañas y rocas enormes. Acampamos en la Pensao Pedras Soltas,  que queda después de la gasolinera a la izquierda. Tiene un recinto grande para acampar y la dueña nos dice que paguemos la voluntad.

Al día siguiente vamos en dirección a Gabela en medio del altiplano, con gran cantidad de edificios coloniales. Unos kilómetros después, nos salimos de la carretera asfaltada por camino de tierra en dirección a Conda pasando por paisajes deslumbrantes y atravesamos el rio Keve por el puente antiguo. En el camino subimos en el coche a un chico lugareño durante unos kilómetros. Y antes de llegar a Uku-Seles volvemos a subir a dos adolescentes que van a la escuela en Uku.

Desde aqui giramos hacia la derecha y bajamos a la costa por carretera asfaltada  hasta Sumbe,  capital dela región de Kwanza Sur. La llegada a la costa la celebramos con cerveza  fría en uno de los restaurantes de la playa y tiramos unas fotos de la iglesia junto al mar en forma de prisma con un alto campanario .Es una pena que la playa por el lado izquierdo es un basurero de los barrios próximos de los acantilados.

Continuamos viaje hasta las cataratas de Binga ,a unos 40 kms de Sumbe y llamadas “cachoeiras”.  Son impresionantes, de unos 100 m de altura sobre el rio keve. Tras pedir autorización al administrador de Binga, nos dejan acampar arriba de la cascada, junto al famoso puente de los portugueses, actualmente inhabilitado, con una placa avisando del peligro de minas y un equipo de militares desactivándolas en la zona. Desde el puente nuevo construido en 2003 tenemos una perspectiva fantástica del antiguo, que fue testigo de sangrientas escenas de la guerra unos años atrás.

Nuevo día reluciente de sol, y vuelta a Quibala, y por tanto, de nuevo en el altiplano en dirección hacia Huambo. La carretera esta fenomenal y volvemos a subir a una joven con su hija durante unos treinta kilómetros.

Pasamos dos controles de la policía que nos piden documentos y conseguimos no dar “gasosa”. Realmente estamos sorprendidos con la policía porque no son así tan insistentes y cuando piden, es amistosamente. Si tienes calma y les explicas, no tienes por qué pagar nada. No se les puede temer. Llegamos a Huambo, antiguamente llamada Nueva Lisboa y considerada por muchos la ciudad más bonita de Angola, a pesar de ser duramente castigada por la guerra. Pero ha sabido recuperarse y conservar muchos edificios coloniales. Una vez más no hay sitio para acampar, problema constante  en Angola. Y los hoteles son carísimos, incluso  pensiones y hostales alrededor de 100 euros.

Finalmente conseguimos en las traseras de la Iglesia de Fátima, con la autorización del párroco. Aprovechamos la tarde para pasear por el Jardín de la Cultura y comer una bola de Berlin en el frecuentado Novo Imperio. Damos un salto a la rotonda donde se encuentran el monumento de Norton de Matos, y un fabuloso busto de la heroína Deolinda Rodrigues que siempre luchó por los derechos de los niños. Por la noche cenamos con nuestro contacto en Huambo, el Dr Paulo que trabaja en la clínica Boa Esperança  y que insiste en que nos quedemos alojados en su gran casa durante unos días. Desde aquí agradecemos su gran hospitalidad y simpatía, así como la de sus empleados. Visitamos la clínica donde trabaja y hace de gestor. La lluvia hace acto de presencia en una noche fría. La ciudad está  a 1700 m sobre nivel del mar y  nos sabe a gloria dormir en cama bajo techo.

Aprovechamos los tres días en Huambo para descansar y ponernos al día de las crónicas del blog. Paseamos por la tranquila ciudad de amplias avenidas y por la plaza del memorial del Dr. Agostinho Neto, primer presidente de Angola tras la independencia. Dicen que es la plaza más bonita de Angola. Tiene numerosas casas de la época colonial portuguesa, algunas de ellas restauradas y en muy buen estado. Un cafelito en el famoso hotel Nino y almuerzo en el Jango. La comida angoleña tiene una gran influencia portuguesa, y te hace sentir que estar en el Chiado, en pleno corazón de Lisboa.

Realmente ha sido un fin de semana de descanso, “muito obrigado”  Paulo.

Vuelta a la carretera,  en dirección a Lobito y de nuevo hacia la costa. En  el Alto Hama giramos hacia la izquierda por una carretera estupenda y pasamos junto al pico más alto del país, “O Morro do Moco”, de 2605 m. Después de unas 4 horas de viaje llegamos  a Lobito. El paisaje se ha vuelto seco y árido, casi desértico, nos recuerda al paisaje de Almería. Los barrios periféricos son feos y polvorientos, pero bajando a la bahía se llega al puerto y al centro. Lobito tiene un brazo de tierra estrecho de varios kilómetros de largo, paralelo a la costa, que nos recuerda a la isla de Luanda. Las casas coloniales son espectaculares, con mar de un lado y de otro. Acampamos en la misma playa de Restinga junto al restaurante Sosego de Mafa. Su simpático dueño, Virgilio, nos autoriza  acampar dejándonos usar los aseos y agua sin pagar nada. Y la clave wifi de internet.

Aprovechamos el pescado barato en la zona y un atún que asamos a la brasa nos da para comer durante dos días.

Durante los días de acampada nos hacemos amigos de los trabajadores del restaurante y de los guardas de seguridad de las casas de la playa. Pasamos dos días de baños en un mar trasparente y prácticamente para disfrute de nosotros solos. La ciudad es sumamente tranquila con puestas de sol típicamente africanas y noches cálidas con el ruido de las olas.

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